lunes, 13 de agosto de 2012


30 de julio de 2012/El Nuevo Dia   

PASOS CONTRA UNA CRISIS ALIMENTARIA

Es un hecho que la sequía que azota grandes zonas agrícolas en Estados Unidos afectará los precios de las carnes, granos y cereales, algo que golpeará la economía y los bolsillos puertorriqueños, por lo que tanto el Gobierno como el País deben tomar urgentes previsiones para afrontar el nada halagador momento.
Pero las acciones no deben ir sólo a atenuar los efectos en esta coyuntura, sino a sentar las bases planificadas de producción agroindustrial que nos protejan a mediano y largo plazos de una crisis alimentaria mayor. Hace unos años empezamos a padecer los aumentos vinculados al alza en el precio del petróleo, que se reflejaban en el alto costo de productos esenciales para mantener la industria avícola y ganadera, como el maíz y las semillas de soja.

A pesar de las urgentes advertencias lanzadas por economistas y otros expertos acerca de nuestra fragilidad alimentaria, seguimos atados a la importación: el 85% de los productos que se consumen en la Isla viene desde el exterior, en especial de Estados Unidos, algunos países centroamericanos y la República Dominicana.

Ahora, el Departamento de Agricultura federal anuncia que, debido a la sequía, se esperan sustanciales alzas de precios en la leche, la carne de res y la de cerdo, tres renglones básicos en la alimentación del puertorriqueño. De manera más inmediata, según la misma fuente, aumentaría el precio del pollo, el pavo y los huevos. En definitiva, en pocos meses estaríamos pagando hasta un cinco por ciento más por la mayoría de los productos. Dicho así, podría interpretarse como algo insignificante, pero sumado en la canasta básica de una familia, se traduciría en cientos de dólares mensuales. Así hay que explicárselo al consumidor, y parece que también habrá que explicárselo al Gobierno, que en ese aspecto sigue sumido en la indiferencia y la inmovilidad.

En Puerto Rico no se hace nada para contrarrestar un fenómeno que, desde hace años, ha venido anunciándose de una forma u otra, y que, con la situación de las cosechas en Estados Unidos, cobra una inquietante vigencia.

Desde este mismo espacio, alertamos sobre el estrecho margen de reacción que tiene la Isla para enfrentar una súbita escasez de alimentos que puede producirse en cualquier instante, a propósito de una situación de emergencia vinculada a la transportación; o a una sequía como la que estalla ahora, o, simplemente, a la enorme demanda de alimentos que se origina en países superpoblados, y que están dispuestos a pagar cualquier precio, con lo que tienen prioridad en los mercados.

La producción local languidece, y ni siquiera se habla de algo parecido a un proyecto de desarrollo agroindustrial, a largo o a mediano plazos, que nos ayude a reducir el gran abismo que existe entre lo que se consume y lo que se produce.

Desde el año pasado, especialistas en el tema le han recomendado al gobernador que, entre otras cosas, cree un Corredor de Seguridad Alimentaria, algo que podría suponer la autosuficiencia para algunos municipios de la montaña.

Aún quedan terrenos cultivables donde se podría dar paso a la siembra de farináceos, frutas y legumbres. Pero nada se ha hecho en esa dirección y se nos acaba el tiempo.

Estamos a merced de los imprevistos y el verdadero golpe lo recibiremos cuando haya que enfrentarse a los supermercados desabastecidos, o a los precios por las nubes, fuera del alcance de una buena parte de los ciudadanos.

Hace falta abrir los ojos a una realidad que se nos viene encima y que, responsablemente, el Gobierno y el País tienen que atajar.
editorial-
pasoscontraunacrisisalimentaria-1310954.html
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